Abraham no es una consciencia singular como pensarían ustedes que están en un cuerpo singular. Abraham es una consciencia colectiva. Hay un torrente o río de consciencia. Si uno de ustedes hace una pregunta, hay muchos, muchos puntos de consciencia que están vertiéndose, en aparentemente una sola perspectiva. (Porque hay, en este caso, un solo ser humano, Esther, quien interpreta y articula). Entonces aparece singular ante ti. Somos multidimensionales y multifacéticos, y ciertamente, multi-consciencia.
Mientras percibes algo, das a luz un pensamiento, y este pensamiento ahora piensa. Ahora que existe, ahora que ha sido conjurado, ahora que ha sido enfocado, ahora vibra. Ahora, por la ley de la atracción, otros pensamientos que le calzan vibratoriamente vendrán. Así comienza su expansión inmediatamente.
Si el hombre comprendiera que “lo que yo creo no tiene nada que ver con lo que los otros crean” entonces no tendría tanto miedo de lo que los demás están haciendo.
¡Lo mejor que puedes hacer por alguien que amas es ser feliz! Y lo peor que puedes hacer por alguien que amas es ser infeliz, y pedirles que traten de cambiarlo, cuando no hay nada que nadie pueda hacer para hacerte feliz. Si es tu intención dominante la de mantenerte en armonía vibratoria con quien tú eres verdaderamente, nunca podrías ofrecer ninguna acción que le causaría a alguien ser infeliz.
Todos y cada uno de los componentes que forman las experiencias de vida, son atraídos hacia ti por la poderosa respuesta de la Ley de la atracción a tus pensamientos y la historia de tu vida que cuentas. Tu dinero y activos financieros; la salud de tu cuerpo; claridad, flexibilidad, talla y forma; tu ambiente, cómo te tratan, satisfacción en el trabajo, recompensas. En efecto, la misma felicidad de tu vida en general, todo sucede por la historia que cuentas.