Si tuviésemos un hijo, o cualquiera, y lo pilláramos haciendo algo inapropiado, no lo amplificaríamos con nuestras palabras. Identificaríamos qué es lo que no queremos, de ahí saldrá el cohete de deseo de lo que sí deseamos. Y luego solo visualizaríamos, visualizaríamos, visualizaríamos, hasta encontrar paz con nuestra visión.
Sal afuera a la luz del sol —afuera donde todo está— con una vibración tan dominante que todos los que te molestan a tu alrededor, todos los que no están de acuerdo contigo, todos los que te hacen sentir incómodo, no llegan a tu experiencia debido a tu vibración. Gracias a la práctica, se ha vuelto tan clara, tan pura, tan limpia, tan armoniosa con tus deseos, que el mundo que gira a tu alrededor se siente justo así. Eso es lo que planeaste.
Nada es más debilitante que te importe algo sobre lo cual no puedes hacer nada. Y no puedes hacer nada respecto a tus hijos adultos. Puedes querer mejor para ellos, y quizás incluso comenzar a proveerles algo. Pero a la larga, no puedes hacer nada sobre la vibración de nadie más aparte de mantenerlos bajo tu mejor visión mental y proyectársela. Y a veces, la distancia lo hace más posible que la cercanía.
Los humanos tienen el malentendido de que la Fuente ya no está expandiéndose, o que la Fuente está completa y perfecta, y que los humanos ahora laboran para lograr esa perfección. Pero lo que realmente sucede es que la Fuente está expandiéndose en mayores capacidades de amor gracias a lo que el Hombre está viviendo.